Ya la había probado y, la verdad, más bien mal que bien. Pero oye, que la buena compañía me hablaba y hablaba de lo que le gustaba esta cerveza, y el dí que la acompañé a su bar de cabecera, me encontré directamente con un botellín sobre la barra.
Hay que decir que estuve espabilado, y pedí una jarra bien fría. Así la Yuste sabe sensiblemente mejor. Pero sin duda que lo grato de aquella cerveza y el convecerme para repetir, lo hizo la compañía.
Ahora entiendo por qué jamás bebo una cerveza solo en casa, sino en un bar en buena compañía.
Nos vemos en los bares.